sábado, 21 de enero de 2012
Como yo no hay dos, ni como tú tampoco
"Se pueden tener raíces pero también alas", me gusta esta frase y creo que me describe muy bien. Soy de un pueblo, pero eso no me impide querer conocer el mundo entero; si tengo un amigo, lo cuido, claro que hacer más, nunca fue un problema para mí; me gustan los picos de aceite y el sushi; decir olé y voilà!; querer y saber que te querré más; los lunares y los vaqueros... y como estos ejemplos podría poner muchos más.
"¡Horror!", estaréis pensando, "este es un post del tipo quién soy, de dónde vengo y adónde voy y ahora es cuando empieza a ponerse pesada y a darle vuelta a sus cosas". Pero, ¿acaso no podríamos resumir de este modo cualquier vivencia, anécdota, objeto o experiencia? Y para que veáis que no os miento, coged cualquier cosa que conozcáis bien y hacedle esas preguntas, veréis cómo funciona y dejaréis de verlo de forma superficial.
Pondré un ejemplo: en los pies llevo unas botas, más bien botines, acabados en punta, con estampado de leopardo y decoradas con alguna que otra tachuela. Pepe dice que se parecen a las de Peter Pan y a la tia de Mar le gustaron cuando las vio en una foto. Las compré en Mango hace dos años y fue la primera vez que me inclinaba por unos zapatos con un estampado animal. El otro día me fotografiaron con ellas en la presentación del documental Dios salve a mis zapatos. Y, como me gustan mucho, probablemente estén en mi armario hasta que se rompan.
Así es, un principio y un fin, unos simples botines, por ser míos son distintos, es decir, tienen raíces pero también alas. Ya sean zapatos o historias, a mí me gustan con personalidad y a mi modo.
¿Que por qué cuento todo esto? Porque estoy harta de estereotipos y etiquetas, de acentos que no valen (o sí, para provocar risas) y de todo invento en general que solo sirve para encasillar. También de películas como la que he visto hoy, Sweet home Alabama (es que ¡vaya películas que veo!) en la que una chica de pueblo y encima del sur nunca es lo suficiente y, si no es rica, menos todavía.
Por eso me quedo con mis tres preguntas, porque mirar para atrás, saber de dónde vienes, es sano para coger el timón y corregir el rumbo; saber quién eres es importante para agarrar el timón con las dos manos, con firmeza; y tener claro adónde vas, para fijar el rumbo. Pero recuerda que, sí mientras lo haces saludas regiamente con una mano por agradar, puedes desviarte demasiado.
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