Siempre he tenido zapatos rojos: inglesitos cuando empecé a caminar, merceditas cuando iba al colegio, unos zuecos en verano, de tacón para la feria, unas deportivas que llevé hasta hacerles agujeros, los botines que le regalé a Emi cundo volví de Lyon…
En esto estaba pensando esta mañana cuando ordenando mi armario he comprobado que ya no tengo ningún calzado rojo. Extraño en mí, sí, aunque al momento me he acordado que hace poco me compré una camiseta en la que aparece Dorita, la protagonista de la película El Mago de Oz, luciendo los preciosos chapines rojos que el hada buena del norte le regaló. Me he puesto contenta y os cuento por qué: esos zapatos suponen para mí la tranquilidad de saber que pase lo que pase siempre puedes volver a casa, y aunque no sea así y pierdas un vuelo, estés en medio de una gran ciudad o no encuentres el camino, siempre habrá alguien, que a modo de chapines te haga sentir como en casa, como en tu propio hogar sin necesidad de desplazarte.
Y si es verdad que se está mejor en casa que en ningún sitio, no hay mejores zapatos rojos que los chapines de Dorita.
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