Tal día como hoy, 18 de octubre y día de San Lucas (que no Sanlúcar), hace 25 años, vine al mundo. Mi madre dice que debería haber nacido el 12, de ahí mi nombre, pero que aparecí seis días después. Siempre he achacado esta tardanza, a mi infinita tranquilidad, aunque claro, no consigo acordarme del verdadero motivo de mi pereza en el momento de nacer.
Cuento todo esto, porque desde que vivo en Madrid, esa tranquilidad que poseo parece haberse vuelto espídica. Es pisar sus calles y empezar a escuchar La danza del sable de la comedia del genial Billy Wilder, Uno, Dos, Tres. Es como si me encontrara huyendo de espías rusos, con un comunista moribundo en el coche que ha dejado embarazada a la hija de mi jefe. "¡Uno, dos, tres!", parecen gritar las calles de la capital...
Elegir otra banda sonora está en mí, y éste es mi propósito de cumpleaños. Es tan sencillo como no seguir determinadas tendencias sólo porque estén de moda (como la de llevar calcetines blancos con sandalias). Lo eliges cada día cuando te levantas, y en el caso de que no puedas y sea un fondo impuesto, se trata de exprimir el lado cómico del asunto. Pues sí, los rusos que me persiguen se convertirán en borrachines fáciles de burlar, y la música no será más que una excusa para salir a bailar. Eso sí, sin calcetines blancos y sin perder nunca la sonrisa.